sábado, 26 de diciembre de 2009

Ha llovido tanto....

Ha llovido tanto
como para mojar la ropa.

Y la noche parpadea.
Y el Neon de la ciudad se diluye
con la lluvia lenta.

Y camino por caminar.
Y tomo asiento, mojado,
 en algún parque.
Y no deseo que haya sol.
Y no deseo ver la luna.

Deseo sentir, sirimiri lento,
aquel Bilbao antiguo...
Y el de hoy.

Y el de siempre.

Para mi hada..... esa preciosidad rubia con ojos azules

Erase una vez... hace muchos, muchos años tres hermanitos muy pobres, esperaban siempre a sus padres que llegaran de su trabajo para ver que había de comer.
Cultivaban las tierras con toda clase de verduras, y esperaban cada estación para disfrutar de sus cosechas.
Pero había una especial ¡el verano! Donde las cosechas eran las más ricas, en especial la fruta de un enorme árbol “la higuera”.
Betty, de los tres, la hermana mayor , acostumbraba a levantarse temprano y treparse al árbol de hojas ásperas y troncos fibrosos, para comer sus higos sin bajarse de el, llevando en sus bolsillos bolsas de ellos para toda su familia.
Cantaba, le hablaba al árbol, y ella sentía que era como su segunda madre, ya que la higuera existia desde antes de su bisabuela.

Betty le decía:
-¡Como te quiero, higuera Bendita! Yo se que me escuchas, nadie se anima a treparte. Solo yo, porque tu sabes lo que siento por ti. Tus frutos tienen el mejor sabor y son para mí mis preferidos. ¡Me alimentas todo el verano! Y cada año, tienes más y más hijos.
Así todos los veranos.

Un domingo Betty le dijo a su madre que iria a misa.
Hacia unos momentos el padre había comentado a su esposa que debía cortar la higuera, pues estaba creciendo mucho y la casa corria peligro. La madre de Betty, intento convencer que no lo haga, a su esposo, recordandole que ella amaba ese arbol y sus frutos.
El hombre contesto con "-Bah! Bah! mujer!"
Esas fueron las ultimas palabras del esposo, que salio de la casa, tomo un hacha y comenzo a cortar sus ramas, las mas gruesas.
Cuando volvio de Misa, se escucho la voz de Betty: -¡Papa! ¡Papa! ¡No! No lo haga, la lastima. Mire como sufre. ¡Esta sangrando!
Ella sentía que el árbol le pedía ayuda, se abrazo a el y comenzó a llorar.
De pronto sintió una voz que venia del tronco que decía: "-¡Betty no llores! Deja que tu papá termine de cortarme, luego hablaremos…"

Betty se aparto un poquito y alcanzo a ver que desde un pequeño hoyuelo que tenia el tronco, se asomaban unas alitas rosas fosforescentes.
Era una bella hadita, a la que solo ella podía verla.
Sus cabellos largos hasta sus pequeños pies. La niña quedo llena de asombro por la belleza del hadita y esta comenzó a decirle:
-¡No te asustes! Soy el hadita de esta higuera. Yo se que ella te a alimentado a ti, a tu familia, vecinos, amigos, y mucha gente más.
-¡Hadita, yo la necesito! ¡La quiero! ¿Qué tengo que hacer para ayudarla?
-¡Nada nada! Contesto el hadita. Ya es muy anciana y esta cansada. Hay que dejarla partir. Pero me dijo que nadie la quiso tanto y la cuido como tu.

Betty escuchaba y lloraba mirando sus hojas anchas y algunos pequeños higos que quedaban en su copa. Luego pregunto:
-¡Y tu hadita de mi higuera! ¿A quien cuidaras si el árbol se seca?, ¿Te iras?, ¿A ti tampoco te volveré a ver?...
El hadita respondió un poco entristecida por las lágrimas de Betty: -¡Ay!, mi pequeña ya llegara un próximo verano. Mientras, recogía las lagrimas de Betty con su varita y las colocaba en la mano de la niña, convertidas en piedritas brillosas y de todos colores.

El hadita salio volando dejando miles de lucecitas alrededor de Betty.
La niña casi sin fuerzas grito:
-¡No me dejen! ¿Porqué? Me deja mi árbol; y también el hadita a quien acabo de conocer.
Paso un tiempo y Betty algo resignada, todas las tardes se sentaba frente al tronco, ya seco, recordando los mejores momentos vividos junto a el. Llego el invierno y a pesar del frio, la lluvia y las tareas domesticas Betty no olvidaba lo ocurrido.

Comenzó la primavera, la niña se daba cuenta por los olores de las flores, verduras y miraba las mariposas que revoloteaban su jardín.
Un dia, fue corriendo al lugar a donde estaba su arbol querido, ya casi seco.
De pronto, vio un hermoso hijo de higuera de casi un metro de altura, ya con sus pequeñas hojas, ¡que feliz se sintio!
Se abrazo al tronco viejo y dijo: -¡Gracias! ¡Gracias! Mi querida higuera ¿Y donde esta la hadita?
Y por el hoyuelo apareció sonriendo el hada, más hermosa que el verano anterior y dijo:
-¡Este es tu regalo! La vieja higuera te alimento desde muy pequeña y ahora tu tendrás que cuidar de este pequeño árbol que pronto te dará mucho de sus frutos. ¡Ya me despido! Mi lugar esta dentro del tronco, ese es mi hogar.
Girando y dando vueltas alrededor de la carita de Betty, dandole besitos en sus mejillas, desapareció dentro del tronco.
La niña no lo podía creer, ¡Estaba muy feliz!, tenía un nuevo árbol y sabía que no solo ella lo cuidaría sino también el Hadita que vivía dentro de el.
El árbol creció en poco tiempo, y comenzó a dar los mejores frutos nunca vistos...
Cuento de Norma Beatriz Correa