miércoles, 27 de enero de 2010

Un cuento para pensar.....

El pájaro azul


Un hombre persigue al Pájaro de la Felicidad durante meses y años, a través de nueve montañas y nueve ríos, venciendo endriagos y tentaciones, tolerando llagas y desdi­chas. Antepone la búsqueda del Pájaro a toda otra ambición, necesidad o deseo. El tiempo pasa y pesa sobre sus hombros pero el también el Pájaro envejece, sus plumas se decoloran y ralean.


Lo atrapa en un día frío, desgracia­do. El hombre es anciano y está ham­briento. El pájaro está flaco pero es carne. Le arranca sus plumas todavía azules con cuidado, lo espeta en el asador y se lo come.


Se siente satis­fecho, breve­mente feliz.

domingo, 24 de enero de 2010

Desde los afectos...

Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo?


Que uno tiene que buscarlo y dárselo...
Que nadie establece normas, salvo la vida...
Que la vida sin ciertas normas pierde formas...
Que la forma no se pierde con abrirnos...
Que abrirnos no es amar indiscriminadamente...
Que no está prohibido amar...
Que también se puede odiar...
Que la agresión porque sí, hiere mucho...
Que las heridas se cierran...
Que las puertas no deben cerrarse...
Que la mayor puerta es el afecto...
Que los afectos, nos definen...
Que definirse no es remar contra la corriente...
Que no cuanto más fuerte se hace el trazo, más se dibuja...
Que negar palabras, es abrir distancias...
Que encontrarse es muy hermoso...
Que el sexo forma parte de lo hermoso de la vida...
Que la vida parte del sexo...
Que el por qué de los niños, tiene su por qué...
Que querer saber de alguien, no es sólo curiosidad...
Que saber todo de todos, es curiosidad malsana...
Que nunca está de más agradecer...
Que autodeterminación no es hacer las cosas solo...
Que nadie quiere estar solo...
Que para no estar solo hay que dar...
Que para dar, debemos recibir antes...
Que para que nos den también hay que saber pedir...
Que saber pedir no es regalarse...
Que regalarse en definitiva no es quererse...
Que para que nos quieran debemos demostrar qué somos...
Que para que alguien sea, hay que ayudarlo...
Que ayudar es poder alentar y apoyar...
Que adular no es apoyar...
Que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara...
Que las cosas cara a cara son honestas...
Que nadie es honesto porque no robe...
Que cuando no hay placer en las cosas no se está viviendo...
Que para sentir la vida hay que olvidarse que existe la muerte...
Que se puede estar muerto en vida..
Que se siente con el cuerpo y la mente...
Que con los oídos se escucha...
Que cuesta ser sensible y no herirse...
Que herirse no es desangrarse...
Que para no ser heridos levantamos muros...
Que sería mejor construir puentes...
Que sobre ellos se van a la otra orilla y nadie vuelve...
Que volver no implica retroceder...
Que retroceder también puede ser avanzar...
Que no por mucho avanzar se amanece más cerca del sol...


Cómo hacerte saber que nadie establece normas, salvo la vida?


                                                         Mario Benedetti 

sábado, 23 de enero de 2010

El Hambre... (HAITÍ 12-01-2010)

Tened presente el hambre: recordad su pasado
turbio de capataces que pagaban en plomo.
Aquel jornal al precio de la sangre cobrado,
con yugos en el alma, con golpes en el lomo.

El hambre paseaba sus vacas exprimidas,
sus mujeres resecas, sus devoradas ubres,
sus ávidas quijadas, sus miserables vidas
frente a los comedores y los cuerpos salubres.

Los años de abundancia, la saciedad, la hartura
eran sólo de aquellos que se llamaban amos.
Para que venga el pan justo a la dentadura
del hambre de los pobres aquí estoy, aquí estamos.

Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente,
los que entienden la vida por un botín sangriento:
como los tiburones, voracidad y diente,
panteras deseosas de un mundo siempre hambriento.

Años del hambre han sido para el pobre sus años.
Sumaban para el otro su cantidad los panes.
Y el hambre alobadaba sus rapaces rebaños
de cuervos, de tenazas, de lobos, de alacranes.

Hambrientamente lucho yo, con todas mis brechas,
cicatrices y heridas, señales y recuerdos
del hambre, contra tantas barrigas satisfechas:
cerdos con un origen peor que el de los cerdos.

Por haber engordado tan baja y brutalmente,
más abajo de donde los cerdos se solazan,
seréis atravesados por esta gran corriente
de espigas que llamean, de puños que amenazan.

No habéis querido oír con orejas abiertas
el llanto de millones de niños jornaleros.
Ladrábais cuando el hambre llegaba a vuestras puertas
a pedir con la boca de los mismos luceros.

En cada casa, un odio como una higuera fosca,
como un tremante toro con los cuernos tremantes,
rompe por los tejados, os cerca y os embosca,
y os destruye a cornadas, perros agonizantes.

                              Miguel Hernández

martes, 19 de enero de 2010

Cruel realidad...

Era una noche fría y oscura, sin luna,  demasiado oscura. Solo se escuchaba el sonido de las gotas de lluvia en el asfalto y sus pasos... Sus pasos que resonaban devolviendo su eco entre el repique de las gotas.
Otra noche más en soledad, acompañado tan solo de sus pensamientos, esos que no le dejaban últimamente, que le abstraían de cualquier cosa que le rodeaba, hasta hacerle parecer un autista.

Después de darle mil vueltas a la almohada y sentir la necesidad de tomar aire, se puso una cazadora y salió a la calle. La lluvia cayéndole en su cara le hacia sentir que aún estaba vivo, aunque hacia mucho tiempo que solo sentía que subsistía, que nada ni nadie lograba sacarle del estado catatónico en que se encontraba.

Al volver una esquina encontró una calle desconocida para el, desconcertado miró a su alrededor y se sorprendió de lo que veía, ya que en la ciudad en la que se encontraba, llena de edificios de hormigón y cristales, nunca se había tropezado con una calle así.
Eran casas de dos plantas, pegadas unas a otras, con jardines delanteros, le recordaba a esas calles donde él creció. Algo se alteró dentro de él, removió sus cimientos, ya de por si en peligroso equilibrio desde aquel día que todas sus esperanzas acabaron en aquel recodo de su camino.......

También era una noche fría y oscura, pero la luz, la felicidad y las personas que mas quería, estaban con el, en el coche. Pararon en una gasolinera a llenar el tanque y a tomar algo caliente ya que su hijo no se quedaba dormido. Al volver al coche, ella le dijo que descansara, que ella conduciría hasta llegar a casa, total, quedaban pocos Km., la carretera estaba tranquila, y ella conducía mejor que él de noche sin ningún lugar a dudas
El peque se durmió enseguida, él conectó la calefacción le puso la música que le gustaba a ella, y reclinó su asiento para estar mas cómodo cerrando los ojos…. Algo le despertó, solo consigue recordar unas luces que venían de frente, pero en su carril, y….. silencio, solo silencio, el gritaba, los llamaba, pero no escuchaba nada, solo silencio….. cuando volvió a abrir los ojos, se encontraba en un hospital rodeado de cables, de maquinas, y alguien le dijo que descansara, que todo iba bien….
Fueron días en que no sabia si estaba dormido o despierto, veía sombras, gente que le hablaba pero no lograba concentrarse, hasta que un mañana pudo abrir los ojos y entender lo que le decían
Enseguida preguntó por ellos, y fue cuando se enteró, cuando su vida dio ese giro hacia la nada… un camión perdió la dirección y los arrolló dejándole como estaba, sólo, sobreviviendo en estado catatónico…

¿Por qué aquella calle le había vuelto a recordar algo a lo que no quería enfrentarse?
Hacía tanto tiempo que su mente no se coordinaba con sus ojos o con sus oídos, que llegó a sentirse extraño en su cuerpo. Aunque siempre habían estado ahí, no trabajaban unidos, por eso sentía tan agudizado todo su contorno. Intentaba ver tras los cristales, escuchaba atento cualquier ruido que distinguía y lo que era más extraño, los procesaba en su cabeza.
Recorrió toda la calle despacio, llego al final donde había una pequeña plaza ajardinada con juegos para niños y bancos, se sentó en uno de ellos e intento calmarse, el corazón le golpeaba dentro de su pecho, parecía querer salir de él y no encontraba la razón para aquel despertar…
Continuara……

sábado, 16 de enero de 2010

Un cuento Japones...

 Una taza de té

Un sabio japonés, conocido por la sabiduría de sus doctrinas, recibió la visita de un profesor universitario que había ido a verlo para preguntarle sobre su pensamiento. El profesor universitario tenía fama de ser creído y orgulloso, no prestando nunca atención a las sugerencias de los demás, creyéndose siempre en posesión de la verdad.

El sabio quiso enseñarle algo. Para ello comenzó por servirle una taza de té.
Comenzó echando el té poco a poco.

Primero la taza se llenó. El sabio, aparentando no percatarse de que la taza estaba ya llena, siguió echando té y más té, hasta que la taza rebosó y el líquido comenzó a manchar el mantel. El anciano mantenía su expresión serena y sonriente.
El profesor de universidad miró desbordarse el té, tan estupefacto, que no lograba explicarse una distracción tan contraria a las normas de la buena urbanidad; pero, a un cierto punto, no pudo contenerse más y dijo al anciano sabio: “¡Está llena! ¡Ya no cabe más!”

El sabio imperturbable y sin inmutarse, le dijo:
— Tú también estás lleno de tu cultura, de tus opiniones y conjeturas eruditas y completas, igual que le ocurre a esta taza. ¿Cómo puedo hablarte de la sabiduría, que sólo es comprensible a los ánimos sencillos abiertos, si antes no vacías la taza?


El profesor comprendió la lección y desde aquel día se esforzó en escuchar las opiniones de los demás, sin despreciar ninguna de ellas.

jueves, 14 de enero de 2010

Una noche de insomnio... (Pepa Ortiz)


Salió por la tarde y se encontró con una calle bulliciosa donde todos los caminos se confundían en rodeos y calles tortuosas.
Se quitó el polvo de los zapatos y entró en el primer bar que encontró. Eligió la barra para sentarse y le pidió al camarero un wisky. De reojo miró el lugar y se sintió solo.
En una mesa había una pareja. Ella llevaba un tatuaje cerca del pecho. Le costaba mantenerse despierta, su cabeza daba tumbos de un lado a otro, pendiente de desplomarse en cualquier momento. Él también tenía un tatuaje pero no la quería. En la otra mesa había un tipo raro que escribía notas en una servilleta mientras se colocaba con un porro.
El sitio más solicitado era el de las máquinas. Una monedita en la ranura y estás perdido.
Ésto es peor que el insomnio, un descanso para mis largas noches en vela, pensó. Y se sintió fuerte. Se pidió otro wisky y pensó que como no tenía nada mejor que hacer se acercaría a hablar con el tipo raro que escribía en las servilletas.
Le temblaba el pulso y éso hacía que los hielos tintineasen como campanillas que delataban su osadía. Y entró a matar:
¿ Qué haces?. ¿ Qué escribes?. Buscaba pelea, alguien que pagara sus noches en blanco.
Pero no funcionó. El tipo resultó ser una persona agradable de los que te invitan a la última copa y te cuentan con pelos y señales los secretos de su vida.
Resultó ser escritor, de ésos que les coge la inspiración por las solapas a las 3 am y los arrastra al bar más cercano. Y allí encuentra la musa, entre el olor a cerveza de barril barato y de sueños rotos.
Nos hicimos amigos. Me prometió un libro. Y me sentí importante.
Y pude leerme, una y otra vez, y me reconocía en Miguel Alcántara, un tipo atormentado por el imsomnio que un día casi le lleva a quitarse la vida, pero por pereza se tiró a la calle y se metió en el bar más cercano quitándose antes el polvo de los zapatos.
                                                                                                                     Pepa Ortiz

martes, 12 de enero de 2010

Luna y Mar


Hay un claro en la arena
junto a mis pies de algas
caracolas que envuelven
el llamado del mar.


Deja que le acaricie
los labios al silencio
que mis huecos se inunden
con la luz de tu sombra.


¿no has visto a la marea
tomarse de la mano
con la luna?

domingo, 3 de enero de 2010

No me sigas....

No me sigas. Escucha:
no me escuches. Arranca                        
las hojas del cuaderno,
hunde este libro
en el agua. No busques
mi rastro en el papel.


Suelta el lazo. Desata
el nudo que te ahoga. Desanuda
la soga que nos une. Pierde
el hilo. Es sencillo
olvidar, créeme.
No me creas.


No vayas por los barrios que yo piso.
No persigas mis huellas.
Borra la dirección de mi derrota.


No sigas otros pasos
que tus pasos. Escucha:
no me hagas caso. Entiende
lo que yo quiero. Enciende
tu propio incendio.


José Fernández de la Sota